jueves, 5 de julio de 2012

De compras.

Buenas tardes guisantitos (insertar aquí escusa aleatoria por el largo tiempo sin publicar nada).

Ayer me acerqué a la nevera porque me moría del hambre y al abrirla observé que estaba más vacía que mi estómago. Entonces pensé "Oye, si algún día tengo que vivir por mi mismo (Dios no lo quiera) voy a verme obligado a ir a comprar de vez en cuando, que el moho de debajo de la pila no dura para siempre".

Cogí mi cartera y me dirigí al supermercado, y tras la compra me pregunte una cosa... ¿Por qué mierdas la gente sigue yendo al supermercado? Me explico:





Al llegar todo pinta muy bonito, tu te acercas a la puerta y esta se abre ante ti, es como si el supermercado estuviera esperándote y te dijese "Esperaba su llegada mi amo, ¿Desea algo? ¿Bebidas de oriente? ¿Frutas exóticas? ¿Exquisito papel para su exquisito ojete?" Todo esto aderezado con el dulce, dulce olor de la panadería que, por supuesto, esta a la entrada atrayéndote como a Urdangarín los fajos de billetes.

Una vez has atravesado las cajas has caído en la trampa, porque lo que parecía el lugar de tus sueños se convierte en un infierno poblado de viles criaturas.

La primera, y en la que seguro que habéis pensado, son las señoras. Las señoras tienen un vacío interior que compensan llenado vacíos exteriores, así cuando se paran al alado de una estantería se activa un área en lo más profundo de sus cerebro que les hace poner el carro de manera que bloquee todo el pasillo.
De este modo, lo que parecía un viaje de la caja a la estantería en cuestión se convierte en un intrincado laberinto formado por las estanterías y las barreras de señoras.

Pero las señoras no son la súnicas, porque detrás de una mostrador manchado de sangre se encuentra un terrible demonio que blande un cuchillo y encuentra el placer despedazando cuerpos inertes: El carnicero.
Lo malo del carnicero no es que se divierta troceando cuerpos inertes que, al fin y al cabo, ya estaban muertos, lo malo es que es un mentiroso de tres pares de narices.
Tu llegas felizmente y le dice "Ponme 5 filetes de ternera" el carnicero te corta los filetes, te los tiende con una sonrisa y te dice "Toma y disfrútalos, son los más tiernos que he visto en mi vida" mientras se ríe en tu puta cara por dentro. Tu, cándidamente, llegas a tu casa feliz y contento a tu casa los cocinas y al ir a cortarlos el cuchillo se parte por la mitad porque los filetes "mas tiernos de la historia" son realmente filetes James Bond: fríos, duros y con nervios de acero.

Pero sin duda, los seres más viles, maliciosos y despiadados del supermercado son los reponedores.
Su objetivo en esta vida es sencillo: ver como sufres y alimentarse con tu desesperación.
Actúan por la noche, mientras en el resto del supermercado reina la calma, salen de sus guaridas y se dedican a cambiar TODO de sitio, una vez que lo han echo vuelven a sus guaridas y esperan a que por el día los incautos comiencen a vagar buscando las bolsas de patatas mientras van perdiendo lentamente la cordura.

Finalmente cuando parece que has sobrevivido al supermercado aparece una última prueba, si amigos, las cajeras.

Las cajeras son muchachas comunes y corrientes que habitualmente llegan al supermercado con la esperanza de pagarse sus estudios pero que, al final, descubren el placer en el sufrimiento del comprador común.
Sus técnicas son sutiles pero eficaces, a la hora de devolverte el cambio no lo hacen como cualquier comerciante, primero te ponen el tique sobre la mano y después te echan la monedillas encima no habiendo manera humana de que no se te caiga todo.
Por si esto fuera poco mientras estás intentando recoger todo la cajera ya ha empezado a pasar la compra del de detrás de ti, de manera que comienzas a sentir una gran presión al no poder ser lo suficientemente rápido como para recoger los centimos que están escapando de ti, guardar el tique de manera medio decente y despegar la maldita bolsa de la compra antes de que la cajera haya acabado con el de detrás.

Externamente puedes intentar que parezca que estás controlando la situación pero, por dentro, estás simplemente deseando tirarte al suelo en posición fetal y llorar.

Así que ya sabeis guisantitos, la próxima vez que vayáis al super llevaos una pértiga para saltar barreras de señoras.

Con mi mayor voracidad:

Carne.



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