domingo, 26 de febrero de 2012

Cuarta colaboracion: Calabaza

 Hoy Tenemos en Reflexiones Post Comilona al autodenominado Calabaza que con toda su buena intención trata de ahorrarme la presentación.


Aviso para lectores: Si eres lector habitual de este blog, probablemente notes bastante diferencia entre esta entrada y las que suele haber por aquí. Al principio intenté darle un tono más simpático al escrito (como supongo que se puede comprobar) pero a medida que iba escribiendo se me iba olvidando, y al final queda como el principio de una novela de detectives, pero mala. Prometo que si me dejan hacer una segunda parte, retomaré progresivamente el tono de humor con el que la he empezado.
Atte. Calabaza

Instrucciones: He decidido hacer algo "original" para esta entrada. Aquí os dejo una "pequeña" historia "basada en hechos reales", en la que os pondré canciones para escuchar mientras leéis las distintas partes que la componen. Cuando lleguéis a una canción, simplemente le dais a play y seguís leyendo (¡Pero no le deis antes! Dadle cuando lleguéis a la parte que corresponde). Iré avisando cuándo tenéis que quitar cada canción, y tal.

El aprendiz de cocinero - Primera parte



Me levanté como cada mañana, me calcé, y salí a la calle ajeno a lo que estaba a punto de suceder.

-¡Buenos días! - Me saludó el vecino desde su jardín, quitándose el sombrero gris, típico de los abuelos con bigote blanco.
-¡Buenos días, vecino! - Contesté alegremente. Maldito infeliz, su mujer le dejó por otro hombre y ahora lo único que hacía era cuidar de sus florecitas.

Continué caminando. Hacía un día soleado. La gente caminaba feliz por la calle; los niños jugaban a la pelota, los músicos tocaban la trompeta en el parque, y un señor con traje hortera tocaba la mandolina que suena de fondo. 
Me dirigí a la máquina expendedora de periódicos que todos hemos visto en alguna película, pero que en España no existen, metí una moneda, y cogí mi periódico.

Con el periódico doblado bajo el brazo, caminé de nuevo, más feliz si cabe, hacia mi casa. ¡Todo estaba saliendo a pedir de boca! Hacía buen día, tenía mi periódico, y la chica rubia que me acababa de cruzar se me había quedado mirando bastante tiempo. ¿Sería porque iba con la bata y las zapatillas de estar por casa? Puede ser. Pero me sentía más feliz aun si pensaba que no era por eso.
No tardé en volver a casa. La máquina expendedora estaba a tan solo unos metros de mi domicilio.

-¡Buenos días de nuevo, vecino! - Saludé al vecino del sombrero al llegar a la puerta de casa.
-¡Buenos días! - Me contestó.

Y con la sonrisa aun en la cara, abrí la puerta y entré dentro. Cerré la puerta, colgué la bata en la percha, y anduve hacia la mesa del comedor en calzoncillos. Me senté en la silla, y abrí el periódico.
Conseguí acertar en la página de chistes y tiras cómicas a la primera. Después de tanto tiempo cogiendo el mismo periódico (no el del mismo día, claro) había habituado a mis dedos a ello.
Leí las tiras cómicas, me eché unas risas (en parte gracias a que tenía un buen día, porque objetivamente no eran realmente graciosas), cerré el periódico y lo tiré a la basura.
-Aquí deberías parar la canción-


Entonces, en algún lugar de la casa, comenzó a sonar mi móvil.




¿Dónde lo había dejado? Seguí la armoniosa melodía hacia el salón, donde estaba Surco, mi perro, sentado a la mesa jugando al mus con dos amigos suyos. No me paré, no era la primera vez que le sorprendía montando timbas ilegales en casa; ya estaba acostumbrado, y sabía que ganaría, así que continué hacia la habitación por el pasillo. Una vez dentro de mi dormitorio, me paré frente al espejo. La verdad es que esos calzoncillos me quedaban bastante bien. Pero eso no era lo que había ido a comprobar, así que dirigí mi mirada hacia el lado opuesto y vi el móvil vibrando sobre la mesilla de noche junto a la cama. Me acerqué, y lo cogí para ver el número. "Número desconocido". Me dispuse a cogerlo, no sin antes esperar unos segundos para disfrutar de la musiquita siguiendo el ritmo con la cabeza y los pies, moviendo los brazos con los dedos índices de las manos estirados.




...





"Ring, ring, ring, ring, ring, ring, ring, banana phone", pensé.
Entonces pulsé el botón de responder.
-Aquí deberías parar la canción-


-¿Sí? Aza al aparato. - Dije a mi desconocido llamante.
-Has sido seleccionado. - Me dijo una voz seria y masculina.
-¿Qué? ¿Para qué?
-Te lo explicarán todo en La Cocina. Allí lo entenderás todo, construirás tu futuro. Ahora tienes que irte. - Me ordenó.
-Pero... ¿A dónde? - No entendía nada.
-Sal a la puerta. Sigue al coche negro que habrá parado frente a ti.

Y dicho esto, colgó. No tardé en vestirme y salir corriendo hacia la puerta de la casa. No sabía a dónde iba, pero me había propuesto descubrirlo.
Pasé por el salón, donde los perros seguían jugando al mus.

-¡Adiós Surco! ¡He sido seleccionado! - Le grité emocionado al pasar a su lado.

Salí de casa, y allí estaba el coche negro. El día no parecía tan soleado como hacía unos minutos. En cuanto el conductor me vio, arrancó y se fue siguiendo la carretera hacia mi derecha. Hice ademán de seguirlo corriendo, pero casualmente pasó un taxi típico londinense frente a mí. "¡Taxi!", grité para pararlo. Se detuvo, y entré.

-¡Siga a ese coche! - Le apremié.



Casi había perdido de vista al coche negro. El taxista pisó a fondo el acelerador, pero nada más arrancar, el semáforo de mi calle se puso en rojo y tuvimos que parar de golpe. No tenía tiempo que perder, o me quedaría sin construir mi futuro. Cerré los ojos e hice un mapa mental de la zona. Si el coche negro había seguido hacia delante, y mi semáforo ahora estaba en rojo, no le quedaría más remedio que girar a la derecha. A la velocidad que iba, unos 60 km/h, llegaría justo a la 13 con Avenida 27 en el momento en el que la Señora Millers sale a dar el paseo matutino. Cualquiera que pase tiempo por la zona sabría eso, y seguro que mi perseguido lo sabía, así que giraría de nuevo a la derecha antes de llegar al tercer paso de peatones. Miré hacia cielo. Vi unas nubes negras acercándose, y el sol a un lado. Con el sol entonces de frente para el conductor del coche negro, se pasaría seguro la primera salida, y acabaría cogiendo la segunda a la desesperada, pero entonces... estaba en mi calle. No cabía duda, mi instinto nunca fallaba, y si tenías en cuenta que el conductor llevaba un sombrero gris, el típico de los abuelos con bigote blanco, todo indicaba que iba ¡a la casa de mi vecino! ¡Justo la casa de la izquierda de la mía! Según mis cálculos, llegaría en unos 20 segundos. Si esperaba a que mi taxista diera la vuelta en la rotonda del final de la calle al ponerse en verde el semáforo, no llegaría a tiempo; así que antes de que el taxista arrancara de nuevo, abrí la puerta y me tiré literalmente fuera del vehículo. Me levanté del suelo y salí corriendo en dirección a casa de mi vecino. Mientras corría, vi al coche negro aparecer al final de la calle. Lo había conseguido, llegaría antes que él.
Corrí con todas mis fuerzas, me agaché y esquivé un balón que se les había ido a los niños que había al otro lado de la calle. Seguí corriendo, pasé como pude entre dos señoras que caminaban tranquilamente frente a mí; adelanté a un hombre que llevaba sombrero a lo Indiana Jones, no sin antes quitárselo y ponérmelo en la cabeza.
Di unas cuantas zancadas más, y saltando la valla que separa mi jardín con el de mi vecino, llegué a mi destino. Entonces llegó el coche negro. Se detuvo y abrió la puerta. Salió mi vecino.

-Aquí deberías parar la canción-

-Vaya, veo que has llegado. - Me dijo con visible sorpresa.
- Sí... ¿Me vas a explicar qué es todo esto? - Le pregunté impaciente.
- Ésto es "La Cocina". Aquí os enseñaré a unos pocos afortunados las técnicas más secretas de la cocina sobrenatural. - Me contestó. Comenzó a llover al pronunciar aquellas palabras.



- ¿Qué? - ¿Mi vecino cocinero sobrenatural? Había oído hablar de aquel arte milenario alguna vez, pero nunca me lo tomé en serio. Si realmente me iba a enseñar cocina sobrenatural, haría que mi vida cambiase completamente... - ¿Pero... cómo? - Nos pusimos bajo la sombrilla que tenía en el jardín para resguardarnos de la lluvia.
- Cuando mi mujer me dejó, me dediqué a viajar por el mundo. En mis múltiples viajes aprendí técnicas ancestrales sobre el cuidado de las flores - Me explicó señalando las flores de su jardín. - pero también aprendí el arte de la cocina sobrenatural. Cada año elijo a unos cuantos afortunados personalmente para enseñárselo si me demuestran que tienen realmente interés.
- Ah, por eso era lo de seguir el coche negro...
- Exacto. - Me dijo mirando hacia el cielo. - Bueno, vayamos dentro, hay invitados esperando y aquí nos vamos a empapar.

Seguí a mi enigmático vecino hacia la parte de atrás de su casa por el jardín. Allí tenía una especie de caseta de jardinería. Abrió la puerta y descubrió una escalera de mano que bajaba a lo que parecía ser un sótano.

- Tú primero - Me dijo haciendo un gesto con el brazo, invitándome a bajar las escaleras.

No sabía si debía fiarme, pero ya no había marcha atrás. Bajé las escalerillas y escuché cómo aquel hombre cerraba la puerta de la caseta y bajaba detrás de mí.

-Aquí deberías parar la canción-


 (1)

Cuando bajé las escalerillas me encontré en un amplio salón. Una chimenea iluminaba la estancia, dejando ver tres sillones en "u" frente al fuego. Los pedazos de leña recién echados emitían chasquidos bajo las llamas.

 (2)


Había tres hombres. Los tres mayores que yo. Uno tenía el pelo canoso, e iba vestido con una especie de traje militar ceremonial. El otro debía de rondar los 70 años, llevaba gafas y chaqueta de punto, y estaba sentado en uno de los sillones. El último, algo más joven, vestía una chaqueta de universitario americano y lucía un pelo pelirrojo engominado. Parecía inquieto.
Había también una mujer, hablando con el militar. Era morena, y por su correcta postura y su vestimenta parecía de clase alta. Por último, algo apartada de los demás, apoyada en una mesa de comedor, había una chica más joven. Me fijé más detenidamente en ella: Era la chica que me había cruzado esa misma mañana cuando fui a por el periódico. En parte sentí alivio por ver una cara conocida, aunque al fin y al cabo no la conociera de nada.

Los 5 invitados se me quedaron mirando cuando mi vecino bajó las escaleras.

- Ya estamos todos - Anunció. - Poneos cómodos en los sillones y esperad a que sirvan la cena. Hoy probaréis parte de lo que aprenderéis mañana.
- ¿Vamos a dormir esta noche aquí? - Preguntó el pelirrojo.
- En efecto. Empezaremos mañana con las clases. Durarán hasta el lunes. Como he dicho, poneos cómodos, id conociéndoos, y preparaos para disfrutar de la cena. - Le contestó.

Entonces se dirigió hacia una de las puertas de la sala, la abrió, salió del salón y la cerró.

-Aquí deberías parar la canción 2-


Me quedé unos instantes de pie, pero no tardé en sentarme en uno de los sillones, al lado del hombre mayor. Sé que todos nos presentamos y nos dimos nuestros nombres. Solo recuerdo el de Diana, así que a los demás les llamaré: El Militar, El Pelirrojo, El Anciano y La Mujer.

Me sentía impaciente por saber cómo era aquella "cocina sobrenatural", y más por aprender a prepararla. Lo que no sabía era que mi vida estaba en juego desde que puse el pie en la calle aquella mañana, e iba a tener que utilizar mi mayor arma para salvarme.

-Aquí deberías parar la canción 1-
Continuará...

5 comentarios:

  1. jajajajaja muy buena xD me gusta ese estilo jajajaja me ha encantado el momento Sherlock xDDDDD que flipaetee calabazaaaa!! jajajaja
    pd: que alguien le ponga la "firma" al final like:

    by:Pablo

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  2. xD No estoy nada orgulloso de esta entrada xDD La última parte será mejor xD

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  3. Pues es McNiffica si la proxima parte es mejor alomejor hasta te contratamos para el blog (te pagaremos en canicas... pero es lo que hay)

    Salsas

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    1. Jajaja me halagas, pero no creo que mi estilo pegue mucho con el vuestro xDD

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  4. Muchas gracias por colaborar señor calabaza.
    Solo una cosa que decir:
    "Si, si, si, si pataaaaaatas"

    Con mi mayor voracidad:

    Carne.

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