La Luna y la estrella.
Erase una vez un joven pastor. Cuidaba con mucho esmero de su
rebaño, pues era la única manera con la que podía mantener a su familia.
Cada día sacaba a pastar a sus ovejas, desde después de comer hasta las
tantas de la noche. Un día, encontró un precioso valle del que nunca
había tenido consciencia. Y le gusto tanto que decidió pasar allí la
noche. Encendió una fogata para mantener alejadas criaturas indeseables y
se tumbo en el césped de un claro del bosque. La Luna les iluminaba. El
joven pastor se fijo, que desde allí, la Luna estaba preciosa. Nunca
antes la había visto tan grande y plateada. Tal era la admiración que
sentía por ella que quedó prendado. Al día siguiente, y tras una buena
bronca de sus padres por no haber avisado de su ausencia antes de irse,
volvió al mismo claro en el mismo valle. La Luna seguía bañándole en
plateada luz, pero con menor intensidad. El chico volvió día si, día
también al mismo claro, pero un día la Luna dejó de verse. El chico,
atemorizado, subió a lo alto de una colina, buscando la Luna. Desde
allí arriba vio en el horizonte una fina curva, de un rojo intenso.
Para otros no sería gran cosa, pero para él, era una sonrisa que le
regalaba la Luna. Un inmenso regocijo se apodero de él. Al día
siguiente, no tuvo la oportunidad de ir al valle, pero si aprendió,
gracias al cura del pueblo, que la Luna seguía ciclos de unos cuantos
días y que no volvería a verla pasada una temporada. La tristeza empezó
a consumirle tras la noticia, pero sin dejarse vencer por esta, a la
noche siguiente volvió al valle. Allí no encontró a la Luna. Todo
parecía estar oscuro, pero no era así. El pastor empezó a observar con
detenimiento la luz que cada una de las estrellas lanzaba sobre el
valle. Las había rojas, azules, amarillas, blancas, con más o menos
intensidad, incluso algunas parecían seguir una bonita danza en su
titilar. Pero entre todas, había una de blancos tonos, muy tímida. El
pastor se fijo en ella. Parecía que a veces enmudecía y que otras
cantaba melodiosos haces. El pastor no supo por que, pero aquella
estrella le hizo recordar la Luna y evocó todo lo que él sentía por
ella. Gran fue su asombro cuando la estrella pareció apagarse. El chico
sobre-saltado, se incorporó para ver mejor. Ya no estaba la pequeña
estrella. Pensó, bastante deprimido, que había imaginado la existencia
de esta y volvió alicaído a su casa.
Pasaban los días y llego el verano. El chico iba los días que podía al valle. A veces se veía la Luna, otras solo su resplandor y el resto de días el cielo se impregnaba de puntitos luminosos. Aquella estrella, que le hizo recordar a la Luna, seguía sin aparecer. El pastorcillo no sabía por que, pero le molestaba y amilanaba más el hecho de la desaparición de ésta que la cíclica presencia de la Luna. Tal era su pesadumbre que empezó a creer que podía hablar con ella y que ésta !le contestaba! Le preguntaba que porqué se sentía así, y ésta le animaba, le decía que no se preocupara por ella, que hay estaba, y que la Luna le iba a ofrecer siempre que pudiera su sonrisa. Sus palabras no parecían aumentarle los ánimos y con el tiempo las escapadas al valle fueron cada vez menos frecuentes.
Finalizaba el verano, y todo seguía su curso. El chico que ya había aprendido los ciclos lunares, iba solo al valle cuando sabía que la Luna le iba a sonreír. Un día, cuando volvía al poblado, vio que en el cielo , había empezado a aparecer una mancha distorsionada de color rojo. Sabía que no era una estrella, por que no parpadeaba. Era una mancha difuminada de variopintas tonalidades de color rojo, desde sangre oscura hasta casi, naranja. El pastor aprovecho su claro en el valle para poder ver esa mancha con mas detenimiento. Vio que el lugar donde estaba le sonaba de algo. Sus vecinas celestes eran las mismas que habían ocultado a la pequeña y tímida estrella que le había querido ayudar. La estrella había vuelto, de manera mucho más hermosa y se quedaría ahí para siempre, intuyó el mozo. E intuyó bien. Los años pasaron y aquella concéntrica forma persistía en el cielo.
Para el pastor, la Luna había quedado relegada, aunque nunca faltaba a su cita para devolver una sonrisa. No es que solo le interesará la existencia de la Luna solo para la cita; Esta estaba en su recuerdo todos los días y también en su corazón. Pero la mancha que ya había asentado su forma y colores seguiría ahí. Levantar la vista al cielo cuando estaba triste, o buscaba una respuesta,o simplemente observar el basto firmamento, le bastaba para comprender que ahí había algo que velaba por el, que le alentaba y hacia sonreír, de una manera totalmente diferente; sonreía hacia dentro, rebotando en si y saliendo al exterior como si de mil fragmentos de dulce alegría se tratasen. Y aquella sonrisa le hacia comprender la belleza y magnitud de su vida.
Pasaban los días y llego el verano. El chico iba los días que podía al valle. A veces se veía la Luna, otras solo su resplandor y el resto de días el cielo se impregnaba de puntitos luminosos. Aquella estrella, que le hizo recordar a la Luna, seguía sin aparecer. El pastorcillo no sabía por que, pero le molestaba y amilanaba más el hecho de la desaparición de ésta que la cíclica presencia de la Luna. Tal era su pesadumbre que empezó a creer que podía hablar con ella y que ésta !le contestaba! Le preguntaba que porqué se sentía así, y ésta le animaba, le decía que no se preocupara por ella, que hay estaba, y que la Luna le iba a ofrecer siempre que pudiera su sonrisa. Sus palabras no parecían aumentarle los ánimos y con el tiempo las escapadas al valle fueron cada vez menos frecuentes.
Finalizaba el verano, y todo seguía su curso. El chico que ya había aprendido los ciclos lunares, iba solo al valle cuando sabía que la Luna le iba a sonreír. Un día, cuando volvía al poblado, vio que en el cielo , había empezado a aparecer una mancha distorsionada de color rojo. Sabía que no era una estrella, por que no parpadeaba. Era una mancha difuminada de variopintas tonalidades de color rojo, desde sangre oscura hasta casi, naranja. El pastor aprovecho su claro en el valle para poder ver esa mancha con mas detenimiento. Vio que el lugar donde estaba le sonaba de algo. Sus vecinas celestes eran las mismas que habían ocultado a la pequeña y tímida estrella que le había querido ayudar. La estrella había vuelto, de manera mucho más hermosa y se quedaría ahí para siempre, intuyó el mozo. E intuyó bien. Los años pasaron y aquella concéntrica forma persistía en el cielo.
Para el pastor, la Luna había quedado relegada, aunque nunca faltaba a su cita para devolver una sonrisa. No es que solo le interesará la existencia de la Luna solo para la cita; Esta estaba en su recuerdo todos los días y también en su corazón. Pero la mancha que ya había asentado su forma y colores seguiría ahí. Levantar la vista al cielo cuando estaba triste, o buscaba una respuesta,o simplemente observar el basto firmamento, le bastaba para comprender que ahí había algo que velaba por el, que le alentaba y hacia sonreír, de una manera totalmente diferente; sonreía hacia dentro, rebotando en si y saliendo al exterior como si de mil fragmentos de dulce alegría se tratasen. Y aquella sonrisa le hacia comprender la belleza y magnitud de su vida.
Pano Pepino - Pino Pepano
Yo sé quien eres, ya te he visto por ahí http://4.bp.blogspot.com/-E13bERMFwTU/TfHhZ2sDOdI/AAAAAAAAAV8/1hS0vUe1e0Y/s1600/P1010480.JPG a mi no me engañas
ResponderEliminarGracias por colaborar en el blog pano pepino, ahora creo que debo a los lectores una explicación de la historia, que es muy metafórica y personal.
ResponderEliminarAsí resumiendo Luna: Mujer aleatoria, Mancha Roja: Regla.
Vamos que fue él el que acuñó el piropo: "¡Moza! Si tu compresa fuera un plato me comería tu regla a cucharones"
Con mi mayor voracidad:
Carne
De nada. Salsas no quiere publicarme entradas sobre filosofia/metafisica ni cosas serias. es una pena, ya que es paradojico que el nombre del blog sea en parte "reflexiones metafisicas" y que uno de los integrantes no deje a un colaborador mostrar sus reflexiones ¬¬.
ResponderEliminarHe de argumentar en mi defensa que el cuento este salio sobre las 2 de la madrugada. No pretendia que fuera tan cursi, pero si lo que he vivido lo es. que se le va a hacer.
vuelvo a repetir, que gracias por publicarmelo
Atentamente
Pano
Tio la metafisica es la mierda
EliminarSalsas
"No pretendia que fuera tan cursi, pero si lo que he vivido lo es. que se le va a hacer." Panizo ¬¬
ResponderEliminar