domingo, 25 de marzo de 2012

Cuarta colaboracion/Parte 2: Calabaza

Bueno chicos, ya sabéis cómo va esto: Pongo un vídeo con musiquita, le dais al PLAY, y lo quitáis cuando os lo diga. Disfrutad de la emocionante segunda parte (perdón por el retraso) de esta trilogía (que iba a ser una dilogía... bilogía... ¿par? pero que al final se ha alargado un poco) de entradas.
Si no leísteis la primera parte, aquí la tenéis. Si la leísteis, como probablemente no os acordaréis, os dejo aquí un breve resúmen.
Un saludo, Calabaza.


Previously on Chef's Aprentice:
Me levanté, compré el periódico y recibí una llamada de teléfono: "Construirás tu futuro" Me dijeron. Salí de casa corriendo y perseguí a un coche negro que había parado en mi puerta. Me llevó hasta la vivienda de mi vecino, que me explicó que me había elegido para ser uno de los pocos que aprenderían el antiguo arte de la cocina sobrenatural.
Dentro, estaban los demás elegidos: El Pelirrojo, El Militar, El Anciano, La Mujer y Diana. Estábamos a punto de probar la comida obtenida a partir de la cocina sobrenatural, y después tendríamos que dormir allí para que al día siguiente nos enseñaran aquel arte ancestral.

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Una de las puertas del amplio salón se abrió. Mi vecino irrumpió en la instancia con una amplia sonrisa.

- La cena está lista - Anunció. - Podéis sentaros. Preparaos para probar algo que no habéis probado nunca.




Todos nos sentamos a la mesa, y comenzaron a entrar lo que parecían ser camareras con bandejas tapadas alzadas sobre sus manos. 
Dejaron aquella decena de bandejas sobre la amplia mesa del salón, y nos dejaron a los 6 invitados y a mi vecino sentados contemplando las tapas que cubrían cada plato preguntándonos qué alimentos nos esperarían debajo.


- Bueno, empezamos ya, ¿no? - Dijo Peli (de Pelirrojo).
- ¡No! - Exclamó mi vecino justo antes de que que el joven levantara una de las tapas. - Empezaremos por el orden que yo diga. - Entonces miró a la Mujer - Muje (de Mujer), destapa la primera, la que tienes frente a ti.

La Mujer destapó la tapa y descubrió... nada. Frente a ella había una bandeja vacía.

- ¿Qué quiere decir esto? - Preguntó la Mujer ofendida.
- Ja, ja. Vaya, ¿qué esperabas que hubiese debajo? - Le preguntó contento mi vecino.
- Pues no lo sé, unas buenas verdinas con bogavante, por ejemplo.

Entonces la bandeja comenzó a temblar, y de pronto apareció un plato de alubias con bogavante encima de la bandeja con un tímido "¡PUF!" entre una pequeña nube de humo blanco.
Un rumor entre los comensales invadió la mesa.

- No te cortes, Mujer, pruébalo. - Le invitó mi vecino.

La Mujer se sirvió de una cuchara y probó las verdinas.

- ¡Vaya! ¡Son las mejores verdinas con bogavante que he probado en mi vida! - Exclamó.
- Lógicamente. Son tal y como querías que fueran. A este plato le llamo "Curiosa bandeja que al principio parece que está vacía pero que instantáneamente se muestra la comida que espera el comensal". "Comida instantánea", para resumir.

Todos nos miramos. Estábamos deseando aprender cómo se podía hacer tal maravilla. Probamos tímidamente del plato de la Mujer. Puedo corroborar que estaba bastante bueno, aunque yo le habría echado una pizca de pimienta para potenciar el sabor.

- Bueno, Militar, puedes destapar ahora tu bandeja. - Le dijo mi vecino al Militar, que estaba sentado a mi lado.

El Militar destapó la bandeja, y dejó ver un conejito apaciblemente dormido sobre ella.

- Adelante, pruébalo, antes de que se vaya. - Le animó mi vecino.

-Aquí deberías parar la canción-
El Militar fue a agarrar al conejo, pero de pronto se despertó, miró al Militar cómo se acercaba con cara de asesino, y salió corriendo de la mesa pegando brincos.


- ¡Eh, vuelve aquí maldita rata comestible! - Gritó el Militar.

El Militar se levantó de la silla haciendo un salto mortal hacia atrás (cosa sorprendente dada la edad que aparentaba) y salió corriendo detrás del conejo gritando improperios. En cuanto el conejo, que aún seguía corriendo en círculos por aquel salón vio a aquel hombre corriendo como loco hacia él, puso una cara de visible susto, y corrió con más intensidad.
El Militar se tiró un par de veces al suelo para intentar atraparlo, pero el conejo no se dejaba coger fácilmente.

El conejo salió del salón abriendo una de las puertas de un cabezazo, y el Militar salió detrás de él. A los pocos segundos, escuchamos un grito proveniente de aquel cuarto. El Militar irrumpió corriendo todavía en el salón gritando, y el conejo detrás de él con un cuchillo jamonero en la boca. El Militar siguió corriendo rodeando los sillones con cara de espanto, pero de pronto se paró, esquivó al conejo que había saltado hacia él, se sacó un revólver de debajo de la camisa y comenzó a disparar al pequeño mamífero que volvía a ser la presa, lo que hizo que todos nosotros nos escondiéramos bajo la mesa.

Unos cuantos disparos después, varios muebles agujereados y varios jarrones rotos, el Militar consiguió acertar en su objetivo.

-Aquí deberías parar la canción- 
Se acercó entonces al pequeño cuerpo sin vida del mamífero y lo devolvió a la bandeja. Todos nos volvimos a sentar en nuestros respectivos sitios.
Sin que nadie le dijese nada, el Militar agarró una de las patas del conejo y se la arrancó con visible facilidad. De pronto, comenzó a brotar del conejo una especie de salsa verdosa, y pude ver que la carne del conejo no estaba cruda. El conejo estaba cocinado. El Militar se llevó a la boca la comida y se lo tragó sin saborearlo demasiado.

- ¡Está increíble! En su punto, ni muy hecho ni muy crudo. - Dijo.
- ¿Esperabas menos? A este plato le llamo "Conejo peleón a las finas hierbas" - Dijo sonriente.

Nuestro vecino continuó enseñándonos platos increíbles. Una manzana de la que brotaba caramelo constantemente, una tortilla de patatas que se regeneraba sola, una calabaza hecha de bizcocho...
Cuando terminamos de cenar, todos estábamos alucinando. Yo ya había oído hablar de aquel arte milenario, pero no podía haber llegado a imaginar lo que era en realidad.

- Bueno, espero que hayáis disfrutado de la cena. Ahora, dormid y descansad, porque mañana será un día duro de aprendizaje. Nos vemos en unas horas. - Nos dijo mi vecino levantándose de la mesa - Entrad por esa puerta y bajad las escaleras. Llegaréis al pasillo de las habitaciones. En cada puerta tenéis el nombre del que duerme allí. 

Y dicho eso, salió por otra de las puertas.

Todos nos levantamos, nos dimos las buenas noches y nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones.
Una vez en la cama, aún seguía sin creerme lo que estaba viviendo. Si no hubiera cogido el móvil aquella mañana, si no hubiera descubierto hacia dónde se dirigía aquel coche negro, no habría logrado estar aquí ahora. Era impresionante, pero aún así, tenía una extraña sensación que me atormentaba por dentro.
Y con estos malos pensamientos, me dormí.

Esta es la canción que da nombre al título de la historia, así que para intentar coordinar el escrito con las partes de la canción, iré poniendo el minuto de ésta por el que deberíais ir en cada parte. Si os lo habéis pasado o no habéis llegado (mucha casualidad sería que fuerais exactamente por ese minuto), lo ponéis más o menos desde la barra de reproducción.


De pronto me desperté sobresaltado. ¿Había sido un ruido? No oía nada, pero automáticamente me levanté de la cama y salí de la habitación.

En el pasillo estaban todas las habitaciones cerradas, salvo una: La que tenía el cartelito con el nombre "La Mujer".
"Sospechoso", pensé. Dirigí mi mirada hacia las escaleras, y escuché un ruido proveniente del piso de arriba. Subí cuidadoso y llegué al salón iluminado sutilmente por las brasas que quedaban en la chimenea, y por la luz que entraba por una puerta abierta.
Me asomé, y vi una gran cocina de color blanco llena de enormes cacerolas, hornos, utensilios de cocina y campanas extractoras.

- ¿Hola?... - Pregunté susurrando. Parecía que no había nadie.

Así que entré en la cocina y eché un vistazo a lo que había por allí. Una de las cacerolas estaba al fuego, hirviendo. Al lado, una bandeja tapada.

-0:57-
- ¿Y esto...? - Pensé.

Destapé la bandeja, y de la bandeja saltó hacia mí un conejo peleón de esos con salsa a las finas hierbas. Salió corriendo por la encimera pero conseguí atraparlo de nuevo bajo la tapa de la bandeja.

Me giré, y vi sobre la otra encimera de mármol blanco un gran libro abierto. Me acerqué y pude leer "Atención, no utilizar la siguiente receta bajo ninguna circunstancia". ¿Quién había estado allí? El libro parecía manchado con alguna especie de salsa rojiza.
Volví a mirar la cacerola hirviendo en el fuego, cogí el libro y me lo llevé al lado de ésta. 
Observé con atención el contenido de aquella enorme olla, pero no conseguí ver lo que había entre la espuma que se estaba empezando a formar.


- ¿Hola? ¿Quién se ha dejado esto aquí? - Volví a preguntar. Estaba claro que alguien había estado en la cocina, y se había ido al oírme subir. 


No había nadie, así que dirigí mi mirada hacia el libro. "No utilizar la siguiente receta"... Sin pensármelo dos veces, pasé la página.
Había una frase subrayada. "Shalakabula, burrarrum bum bum chakalaka. Pon, pon, patapón."

-1:37-
- Shalakabula, burrarum bum bum chakalaka. Pon, pon... ¿patapón? - Leí en voz alta.

El agua empezó a hervir con más fuerza, y comenzó a salirse de la olla. Sobresaltado, fui corriendo a coger un trapo que había por allí tirado al lado de unos cubiertos, pero al ir a cogerlo, cobró vida. El trapo adoptó una forma humanoide y comenzó a andar hacia la olla. Me eché para atrás de un salto. Entonces, se tiró sobre la encimera y comenzó a secar el agua que se estaba saliendo de la olla.

-¿Pero qué demonios...? - Exclamé. 

Entonces las puertas de los armarios se abrieron. Empecé a escuchar movimiento a mi alrededor. Los grifos se abrieron, y la olla dejó de hervir.
Me dí la vuelta asustado.

Los utensilios de cocina comenzaron a volar delicadamente, igual que los extraños ingredientes que salían de sus tarros y se pusieron a cocinar ellos solitos sobre las encimeras que bordeaban la cocina.
De los armarios comenzaron a salir una especie de fregonas andantes, cargadas con cubos de agua y se pusieron a fregar y a limpiar la cocina entera como obsesas. ¿Cómo podían caber tantas fregonas en aquellos armarios tan pequeños? Y lo que era más intrigante, ¿de dónde habían sacado el agua de los cubos?

Un cuchillo y un tenedor cogieron un pollo crudo y lo echaron directamente sobre uno de los fogones encendidos. El pollo comenzó a arder.
Salí corriendo hacia una de las fregonas y después de forcejear conseguí quitarle el cubo de agua. Lo eché sobre el pollo y apagué el fuego.
Entonces el cuchillo y el tenedor se lanzaron hacia mí. Fui lo suficientemente rápido para alcanzar entre aquella multitud de fregonas limpiando y cubertería volando, la tapa que utilicé para tapar al conejo para usarla ahora de escudo frente al cuchillo y al tenedor. De un golpe con la tapa conseguí noquearlos y dejarlos tirados en el suelo cada vez más lleno de agua.

Corrí con el agua ya a la altura de los tobillos hacia el libro y empecé a hojearlo buscando algo que hiciera que eso se parase. Todo eran recetas extrañas de cocina llenas de lo que parecían conjuros, o algo así. Pero nada me servía. 
Comencé a leer en voz alta todas las frases subrayadas que encontraba. "Bate que bate, fus ro dah", "Flipendo de calabaza, olieri, catari cáncer de zombi". Pero nada funcionaba. 

Las fregonas comenzaron a fregarme a mí mismo, y el agua me llegaba ya a la altura de la cintura. 
De pronto vi en el suelo una especie de tapón de desagüe. Me tiré en plancha entre todos aquellos objetos voladores y tiré de la cadenita que lo sujetaba. Descubrí lo que pensaba: Un desagüe, como el de la bañera. El agua comenzó a bajar de nivel yéndose por aquel agujero. 

Entonces, la otra puerta de la cocina, por la que yo no había entrado, se abrió. 
-Aquí deberíais parar la canción-

Parecía ser una pequeña despensa. Pero dentro de ella no había comida. En ella se encontraba el cuerpo de El Anciano apoyado sobre la pared de pie, lleno de la sangre que le brotaba desde la frente.


- ¡Anciano! - Grité mientras me dirigía hacia él esquivando los cuchillos que volaban aún por todas partes.

Antes de llegar a su cuerpo, se desplomó hacia delante inerte sobre una de las fregonas que fregaban, cuyo palo atravesó su vientre.

-¡¿Qué es todo esto?! - Gritó una voz detrás de mí.

Me giré, y vi a mi vecino en la puerta de la cocina mirándome realmente enfadado. 

-¡¿Qué has hecho, desgraciado?!

Entró del todo en la cocina, se situó en el medio, pronunció a voz en grito unas palabras intranscribibles y poco a poco todos los cubiertos y las fregonas volvieron a su sitio y a su forma sin vida.





Se acercó a mí y me agarró de la solapa de la camisa.

-¿Has hecho tú esto? - Me preguntó. Entonces vio a El Anciano empalado sobre una de las fregonas - ¡Anciano!


Fue corriendo hacia el cuerpo de aquel pobre hombre. En ese momento, Diana y el Pelirrojo irrumpieron en la cocina, seguidos por El Militar, y por último, La Mujer.

-¿Qué ha pasado aquí? - Preguntó El Militar.
-¿Has sido tú...? - Me preguntó Diana asustada.
-No, yo... yo solo... Él ya estaba así cuando... - Titubeé.
-Salid todos de aquí. Dejadme con él a solas - Ordenó señalándome.

Todos salieron de la cocina y me quedé a solas con mi vecino.

-Te lo preguntaré de nuevo, ¿has hecho tú esto?
-No, de verdad, llegué y me encontré la olla al fuego. Vi el libro abierto y pronuncié sin darme cuenta las palabras que estaban escritas. Luego me encontré a El Anciano así... - Le expliqué.
-¿Palabras? ¡¿Qué palabras?! - Me preguntó alterado.
-No lo recuerdo bien... "Shalakabula, burrarrum bum bum..." - Comencé, pero entonces me tapó la boca.
-¿Qué?... ¡Esa es la receta de la juventud eterna! ¡Es una receta muy peligrosa, y se necesita el sacrificio de una persona para llevarla a cabo! - Dijo dirigiéndose hacia el libro y abriendo la página en la que venía aquella receta. - Esto... es sangre. - Comentó mirando la mancha de lo que yo creía salsa cuando la vi al principio.
- Estaba así cuando llegué, lo juro...
- No sé si debo creerte aún. Esto es algo muy serio. Reuníos todos en la sala de reuniones en el segundo piso inferior. Si no has sido tú, daré con el culpable de esto, pero tú eres el principal sospechoso. - Me dijo.

Mi vecino salió de la cocina, y me dejó a mí solo en la cocina. Antes de salir yo, encontré un cordel verde en el suelo que antes no había visto. Lo cogí, y salí de la cocina.
Mi vecino podía dudar de mí, pero yo sabía que yo no había sido el culpable de aquel asesinato. Estaba decidido a dar con el verdadero asesino que buscaba la juventud eterna, y le haríamos pagar por lo que había hecho.


Continuará (y terminará, esta vez sí, dentro de una semana)...

1 comentario:

  1. Muchas gracias una vez más por hacer el trabajo que deberíamos hacer nosotros.

    Con mi mayor voracidad:

    Carne

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